jueves, 16 de julio de 2009

Tres poemas de Edmond Jabés

"Donde no hay riesgo no puede haber escritura".

"Y de qué tachadura ha sido uno víctima".
E. J.




======================-I-

Universo de mi quehacer en el que, como perlas de sudor en un pecho moreno, brilla la sed, ¿sabré distraer de la aurora la página por escribir, por enfriar con palabras precavidas, mejores que el agua bajo la roca?
La muerte posee la suavidad de la sombra. La sed se contenta con su cama.
Escribo mientras se despliega la noche.

=====================-II-

A la llegada del poema, aurora y crepúsculo se convierten en noche, el comienzo y el final de la noche. El poeta lanza entonces su red, como el pescador en el mar, a fin de captar todo lo que se mueve en lo invisible, esas miríadas de seres incoloros, sin hálito y sin peso, que pueblan el silencio. Se apoderan, por sorpresa, de un mundo prohibido cuyos límites y poder ignora, y sobre todo le impedirá, una vez tomado, perecer; los seres que lo componen, como los peces, prefieren la muerte a la pérdida de su reino.
Rondando por cada sombra perpetuada, indefinidamente, el poeta desgarra una cortina de raso, párpado del secreto.

=====================-III-

Preguntas a la luz

Exterior es el límite. Interior, lo ilimitado.

Para preparar mejor al hombre a morir del hombre, ¿creó Dios el tiempo?
Para dejar a Dios el tiempo de morir de Dios, ¿concibió la eternidad el hombre?

El instante muerde en la duración, nunca sobre la eternidad, que es duración incontrolable.

¿Y si el ayer –oh noche clavada, todo mi pasado- se rehusara a abdicar?
No hay palabra que no esté, desde ya, envuelta de porvenir.
El dolor, la desgracia, acceden, ellos también, a la mañana.

Uno se pregunta en la noche; pero movida por una comprensible necesidad de mirar y, para nosotros, de mirarnos en ella, la pregunta está siempre vuelta hacia la luz.

La luz de la pregunta nunca es sino la pregunta a la luz.

Hay que haber llorado mucho para apreciar una sonrisa: arco-labios. Arco-iris.

-No puedo conocer a otro sino a través de mí. ¿Pero quién soy?
-¿El fuego conoce el fuego?
-¿El bosque conoce el bosque?
Es a la madera que consume que el fuego le debe el ser fuego; como el bosque, al fuego que lo reduce a las cenizas, le debe el haber dejado de ser un bosque.

Edmond Jabés






«"El mundo existe porque existe el libro..." "El libro es obra del libro." " ...El libro multiplica el libro." Ser es ser-en-el-libro, incluso si el ser no es aquella naturaleza creada que la Edad Media solía llamar el Libro de Dios. El propio Dios surge en el libro que así enlaza al hombre con Dios y al sel consigo mismo. "Si Dios es, es porque Él es en el libro." Jabès sabe que el libro está asediado y amenazado, que su "respuesta es todavía una pregunta, que esta morada está sin cesar amenazada." Pero el libro sólo puede ser amenazado por la nada, el no ser y el no sentido. Si viniera a ser, la amenaza se confesaría, se diría, se domesticaría. Sería de la casa y del libro».

Jacques Derrida